“Lágrimas Negras”, Bebo y Cigala, 2003.

Por Luis Humberto Carlín Vargas

Publicado originalmente en el suplemento cultural Tachas 429 del periódico digital Es Lo Cotidiano el 28 de agosto de 2021

Una de las fusiones más extravagantes que tuve oportunidad de escuchar, gracias al regalo de un buen amigo, fue esta producción que impactó todos mis sentidos, ya que, a pesar de mi gusto por el jazz afrocubano, no era precisamente fanático del flamenco español, como tampoco de los cantaores flamencos, y aunque en muchas ocasiones escuché ese tipo de música, nunca hubo un hilo conductor para incluirlos como mis favoritos.

A Bebo Valdés (extraordinario compositor, arreglista y director) sí lo había escuchado en varias ocasiones; la primera vez con el álbum Este es Bebo Valdés (1993), que evoca el tradicional ritmo de son cubano, cha-cha-cha y rumba (ritmos que estuvieron presentes durante las décadas de los 50 y 60 del Siglo XX), los cuáles requerían forzosamente una orquesta. El segundo álbum que tuve oportunidad de escuchar fue Bebo Rides Again (1994), en el que formó un trío excelente y donde sus bases jazzísticas se hacen presentes. Los Valdés (Bebo, Chucho y Chuchito) son una gran dinastía de la música cubana, y en 2008 dejan, padre e hijo (Bebo y Chucho), una extraordinaria producción llamada Juntos para siempre.

De Diego El Cigala jamás había escuchado nada, aunque a otros cantaores sí, pero ya dije que no era cosa que me atrapara.

Cuando mi gran amigo Gustavo me invitó a escuchar la producción, la verdad supuse que no sería de mi agrado, pero ¿qué cree, estimado lector?, sí logró atraparme esa fusión tan bien lograda. Ya he comentado en otras contribuciones que esas fusiones son muy apreciadas por un servidor. Al poco tiempo, el regalo llegó a mis manos.

La realización de Lágrimas negras a cargo de un gran guitarrista español, Javier Limón, sumándole la experiencia de Fernando Trueba (director de cine, guionista, editor de libros, y productor español), lanzó una extraordinaria y sensible producción, que catapultó de forma increíble a Diego El Cigala, y dio oportunidad a Bebo de continuar sus magníficos trabajos hasta 2013, año en que lamentablemente falleció.

El Cigala, con cuatro producciones discográficas anteriores a este éxito, no era muy reconocido en el ámbito internacional.

Al año siguiente de Lágrimas negras lanzan una nueva producción que fue grabada en vivo, titulada Blanco y Negro, que no reseñaré en esta ocasión, pero es una extraordinaria creación con el doble de melodías que contiene Lágrimas negras.

Después del éxito alcanzado por esta producción y su consiguiente en vivo, la pareja ya no volvió a realizar otra producción, y el más beneficiado fue Diego El Cigala, que realizó varios trabajos con otros músicos y, a mi entender, jamás logró la calidad ni la amalgama, como con Bebo Valdés.

Las nueve melodías incluidas en este álbum son clásicas entre los boleros, la rumba, tangos, bossa nova, son cubano, etc., donde están presentes varios compositores y poetas mexicanos, brasileños, cubanos, argentinos.

Dejo la liga de la melodía que me cautivó y que motivó mi gusto para que este álbum esté entre mis favoritos. La original es de dos de los grandes impulsores de la Bossa Nova: Antonio Carlos Jobim, con letra del gran músico y poeta Vinicius de Moraes. El arreglo que hacen Bebo y compañía logra una exquisita balada, interpretada magistralmente por Bebo Valdés (piano), Javier Colina (bajo), Caetano Veloso (declamando parte de la letra) y El Cigala. Lo interesante es cómo se escucha con la voz desenfadada de Diego. Además la canta en portugués, lo cual la hace mucho más atractiva. A la mitad Caetano declama un poema para dar paso al último tramo de la melodía, y cerrar con la voz del cantaor.