Segunda Disquisición.
Por Arqlgo. Luis Humberto Carlín Vargas
Publicado originalmente en en periódico Digital Zona Franca en la sección Disquisiciones Sociales el 27 de abril de 2020.
Parte II.
Y para no ir sintiendo que el mundo se va acabando, hemos creado mitos y religiones que nos mantienen aferrados a algo que nos falta, algo que todos y cada uno necesitamos en cada momento: La paz espiritual.
Cada uno tiene su rango de lo que puede ser esa paz espiritual. Unos la tasan en acumulación excesiva de riqueza económica (llámese dinero, bienes, etc.); otros, tratando de conservar la naturaleza, luchando en contra de aquellos que la depredan más; algunos se exceden o se limitan para llegar a estados descontrolados de salud mental y física; otros, simplemente no les interesa esa tranquilidad. Pero al resto, por supuesto que nos interesa, y buscaremos por cualquier medio llegar a ese nivel que creemos es, el ideal.
Todo esto tiene su inicio en lo que llamamos mitos y religiones. De las definiciones más claras con respecto a mito que pudimos encontrar, la siguiente nos parece acertada: “Idea, teoría, doctrina, etc., que expresa los sentimientos de una colectividad y se convierte en estímulo de un movimiento” (Larousse, 2005). Para religión, tenemos el siguiente significado: “Conjunto de creencias, prácticas y ritos específicos que definen las relaciones entre el ser humano y la divinidad”. (idem).
Por consiguiente, esas ideas y doctrinas que nosotros hemos arrastrado al paso de la humanidad han dado cabida a un sinnúmero de religiones en el mundo. Suman poco más de cuatro mil, para ser claros.
Todas mantienen el mismo significado, pero no siempre el mismo significante, la misma deidad. Todas se han concebido con el propósito de explicar realidades y fuerzas naturales, que en la actualidad, a pesar de que la humanidad tiene un nivel avanzado de cientificidad y tecnología, nos llegan a rebasar, y simplemente, no es posible explicarlas y/o responder las preguntas que se generan por ese concepto tan universal que son las religiones.
De alguna forma hemos plasmado esos conceptos y otros muchos más en aquello que llamamos arte. Y como lo afirma Lumbreras (Lumbreras, 1974) en su división clasista de las ciencias histórico sociales, lo que para algunos es folklore, para otros es, bellas artes. Lo que para determinadas personas es la Etnohistoria, para otros es, Historia Universal.
El arte es un recreación del espíritu y tiene mil vertientes por donde poderla expresar. Es un sentimiento profundo que evidencia nuestros estados de ánimo y nuestras relaciones con la sociedad, sean éstas de cualquier tipo; políticas, amorosas, religiosas, etc.
Es por eso que, en diferentes épocas de la humanidad, las expresiones han cambiado, no son las mismas, aunque puedan significar lo mismo. Simplemente vemos al mundo de diferente forma con respecto a la realidad que vamos viviendo.
El arte en cualquiera de sus expresiones nos lleva a estados de éxtasis. A estados alterados de la conciencia. A estados de relajación profunda. A estados de meditación. Nos transporta en segundos a otro lugar, a otro momento. Nos puede poner tristes o alegres. Nos lleva a recorrer nuestra infancia, nuestra adolescencia, nuestra vida entera. El arte y nuestros recuerdos van ligados. Basta un sonido, una imagen, un olor, un sabor y llegar a través de nuestros sentidos a lugares que tal vez imaginamos que no recordaríamos nunca más. ¡Al escuchar aquella bella melodía! ¡A través de ese suculento alimento preparado con magnífico arte, y sin esperarlo, ligar aquel recuerdo! Abstraernos ante una escultura o una pintura, irremediablemente nos llevará hacia el pasado. Y si es la primera vez que nuestros sentidos perciben alguna de estas expresiones, la siguiente vez, inevitablemente, la mente nos permitirá evocar nuestras percepciones a detalle. (Continuará).
(Este texto se escribió en 2011)
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