Mah titlatohcan itech arqueología
Por: Arqlgo. Luis Humberto Carlín Vargas
Publicado originalmente en en periódico Digital Zona Franca el 5 de abril de 2016.
Durante los recorridos de los Viajes de Práctica de los DAeHM, no podemos dejar de visitar uno de los tres palacios que están fuera del circuito de los grandes basamentos y que se encuentran abiertos al público. Además son lugares escasamente visitados por las personas que acuden a Teotihuacan. En uno de ellos, el Palacio de Tepantitla, se encuentra el mural del Tlalocan, pieza indispensable, entre otras cosas, para la investigación social de quienes vivieron en esa ciudad hace más de mil quinientos años.

Abordar un tema de esta naturaleza implica un reto para este espacio, ya que analizaremos cómo es que la sociedad teotihuacana contextualiza a la sociedad y al mismo tiempo, él o los artistas, denotan un amplio conocimiento de las técnicas de la pintura mural, pero sobre todo, la cosmovisión de esa sociedad que se antoja tan compleja como la nuestra. Trataremos de sintetizar algunos aspectos de esa sociedad para entender el arte que plasmaron en su ciudad.
ORGANIZACIÓN SOCIAL
Las dimensiones de Teotihuacan y la densidad de su población implican forzosamente una organización compleja (Bernal 1974: 247) que debió tener gran importancia, ya que la construcción de los grandes monumentos implica mano de obra abundante y un control casi absoluto de parte del grupo dirigente. Como parecen indicar los datos existentes, el sacerdote es quien centraliza en sí todos los conocimientos y es el que tiene en sus manos el control político, económico y social. Esto trae como consecuencia la formación de una élite con características y funciones muy claras dentro de la sociedad, mientras que se forma otra gran masa que se encuentra sometida a la primera. En otras palabras, surgen la estratificación social y una marcada división del trabajo; de este modo, la sociedad teotihuacana estaba formada por un grupo dirigente de nobles y sacerdotes que ostentaban el poder. Después se hallaban los sacerdotes de menor jerarquía; los administradores y funcionarios públicos que desempeñaban las diversas funciones propias de una ciudad. Seguían los artesanos divididos según sus especialidades y, formando el grueso de la población, el grupo campesino (Matos y Müller 1975: 18-19.).
En la clase trabajadora, el grupo artesanal tiene una división del trabajo bien marcada, que trabaja para el templo y que nos indica el lugar que ocupa dentro de la producción; el campesino era hasta cierto punto el que sostenía todo el engranaje superior. Ahora bien, la complejidad de una sociedad urbana requiere de un intercambio de mercancías. El producto agrícola iba necesariamente del campo a la ciudad, donde se encontraba, y los productos artesanales también requerían de intercambio (idem.).
RELIGIÓN Y ARTE
Al igual que en la mayoría de los pueblos mesoamericanos, la religión influyó en todos los aspectos de la vida diaria del teotihuacano. Tláloc, el dios del agua y de todo lo relacionado con la agricultura, es el que se encuentra mayor número de veces representado. Otras deidades como el dios viejo Huehuetéotl, Chalchiuhtlicue, Mictlantecuhtli, Xipe, etc., nos están hablando de una religión politeísta con divinidades rectoras de los diversos aspectos, con un culto organizado y ritos en los cuales los sacerdotes se ataviaban y adornaban para rendirles tributo. Cualquier mural que adornara los edificios de la ciudad representaba motivos religiosos, ya fueran divinidades, sacerdotes o ritos (idem.).
A la arquitectura pública correspondió una escultura igualmente monumental. Su estilo geométrico reprodujo en monolitos prismáticos las imágenes de animales y dioses, generalmente asociados al mundo acuático y la fertilidad (López Austin y López Luján 1999: 110), por ejemplo, Chalchihutlicue. Sin embargo, se aprecia un notable refinamiento en la manufactura de máscaras de piedra, aunque en su escultura formalista, Teotihuacan nunca superó a los olmecas.
Por otra parte, en el arte de la pintura mural no tuvo rival. Casi todas las superficies de pared que se han excavado estuvieron cubiertas en alguna ocasión con figuras y signos complejos, y que además no se repiten en ninguna otra pared. Para entender la ciudad es básico conocer algo de su arte mural y lo que representaba. Además, lo interesante de esta pintura es que no se limita a sus cualidades estéticas, ya que es nuestra única guía para conocer la naturaleza de los dioses que rigieron al cosmos clásico. Miguel Covarrubias, describió adecuadamente la pintura teotihuacana como austera y distinguida, alegre y graciosa, e intensamente religiosa. Muchos temas están relacionados con la naturaleza: agua y montañas, árboles, frutas, flores, maíz, cacao, mariposas, lechuzas y otros pájaros, conchas, caracoles, jaguares, coyotes, serpientes y armadillos. Los murales están pintados en un estilo nativo característico, sin utilizar la perspectiva (Davies 1995: 73-74).
Los murales de lugares como Atetelco, Tetitla, Zacuala, y Tepantitla forman uno de los conjuntos pictóricos conocidos de mayores dimensiones del México Prehispánico. En el Patio Blanco de Atetelco se ve una procesión de coyotes (pórtico sur) y otra de jaguares (pórtico este). Otro mural muestra figuras humanas danzando sobre una plataforma (pórtico norte). En Tetitla destacan los murales conocidos como Tláloc del Rayo, Los buzos y Las águilas, además de otros que muestran pinturas de Tláloc, jaguares, pájaros, perros y varios huéhuetl. El mural que se conoce como Diosa de Jade es una representación de una deidad agrícola con máscara de lechuza o de quetzal y se localiza en el conjunto donde el grupo familiar realizaba ceremonias dedicadas a su deidad local. En Zacuala se ve una representación de Tláloc en un ciclo agrícola, arrojando semillas a la tierra y en otro mural se le ve colectando en una canasta las mazorcas de maíz (Matos y Müller 1975: 36). Otras piezas donde se puede ver el arte teotihuacano son algunas de sus vasijas policromas que están pintadas a la manera de los murales con representaciones de los dioses. Tepantitla alberga el mural conocido como Tlalocan, -que es el tema central de este artículo- es notable por la libertad del pintor para representar ese paraíso de Tláloc. En la parte inferior del mural se ve un espacio lleno de alegría: personajes que nadan, juegan a la pelota y mantean a alguno, todo entre mariposas y flores (Roura 2001: 84-85).
TLALOCAN. LUGAR DE TLALOC O PARAISO DE TLALOC
Cuando se tiene la oportunidad de estar frente a esta obra de arte, a la mente acuden muchas emociones. Está dividido en dos partes. La superior y la inferior. La generalidad de los murales van acompañados de una cenefa que rodea a la escena y que en la mayoría de los casos es la representación del ollin – movimiento – pero con elementos marinos que representan agua en movimiento y fauna propia de ese ecosistema, ya sea de la costas o de un río. Trataremos de describir la parte superior. Representa un nivel superior o celeste que muestra un personaje central que tiene atributos de Tlaloc, con un enorme tocado de plumas verdes. Las manos se encuentran abiertas, y a ambos lados, deja caer dones a la tierra. Debajo de este personaje se encuentran semillas de diferentes plantas resguardadas dentro de lo que parece ser una montaña. Ahí se guardan las semillas que, según la tradición protegen los tlaloques o ayudantes de Tlaloc, o que suelen ser ellos mismos (representando a la montaña) y que aparecen a su lado, caminando sobre la tierra en donde crecen las plantas. La distribución dentro del mural es simétrica, lo cual es recurrente en la pintura mural teotihuacana. Encima del personaje aparece algo que asemeja un árbol.

La parte inferior, nos muestra muchos personajes en actitud de relajamiento y otros realizando actividades agrícolas. Incluso, hay dos dentro de una cancha de juego de pelota mesoamericano. También especies de la fauna y la flora, que jamás faltarían en el Tlalocan y que son, además del agua y la montaña de donde esta emana elementos imprescindibles, maíz, calabazas, amaranto, chile verde, tomates, frijoles y flores. El Tlalocan, como paraíso, representa a aquellos que al morir por causa atribuida a Tlaloc (ahogamiento, rayos, bubosos, sarnosos) llegaban a ese lugar. Vemos gente ataviada de manera normal; gente que baila, canta, juega, que disfruta de lo que le ofrece el paisaje plagado de cosas naturales y que como mencionamos arriba, jamás faltarían. No son sacerdotes fertilizando la tierra, como es recurrente en los temas de los murales teotihuacanos, es solo la gente de la sociedad realizando esa actividad.


CONCLUSIÓN
Siempre he pensado que la sociedad representa su arte a través de su cosmovisión, y además con su muy particular forma de manifestarla en el tiempo y época en que la vivió.
En el caso de la sociedad teotihuacana, tan maravillosamente rica en expresiones murales, esta importancia de abordar a la sociedad a través del arte, no pudo quedar sin darle cabida.
En otras ocasiones he afirmado que una sociedad bien alimentada, logra niveles estéticos insuperables. Y la forma en que Teotihuacan cumplió su rol hegemónico en la economía de Mesoamérica por más de cinco siglos, le llevó a tener una bien dotada clase que se dedicó al arte en todas sus representaciones: pintura, cerámica, lapidaria y arquitectura.
Tampoco queda duda de que todo el mural es un discurso político, además de una connotación religiosa muy notoria, que nos presenta a una sociedad dividida en jerarquías marcadas.
Algo que tengo muy claro, y que sería motivo de otro artículo, es que la técnica de la pintura al fresco NO inicio en el Renacimiento. Así lo demuestran muchas de pinturas murales de Teotihuacan, mil años antes que el Humanismo surja.
BIBLIOGRAFÍA
Bernal, Ignacio. “Teotihuacán”, en Lorenzo, José Luis e Ignacio Bernal (coords.), Historia de México, Vol. 1, Salvat Editores de México, México, 1974, pp. 221-270.
Davies, Nigel, Los antiguos reinos de México, tercera reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México, 1995.
López Austin, Alfredo y Leonardo López Luján, El pasado indígena, segunda reimpresión, El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica, 1999.
Matos Moctezuma, Eduardo y Florencia J. Müller, “La cultura teotihuacana”, en Bernal, Ignacio (coord.. de la serie) y Román Piña Chan (coord. del vol.), Los pueblos y señoríos teocráticos, primera parte; México, panorama histórico y cultural, VII; Departamento de Investigaciones Históricas, INAH, México, 1975, pp. 7-53.
Roura, Alma Lilia, “Teotihuacán, Estado de México”, Arqueología Mexicana, vol. VIII, núm. 48, marzo-abril de 2001, pp. 78-85.
Espero sus comentarios en el correo: arqueolobocarlin@gmail.com
#HablemosDeArqueología #MahTitlatohcanItechArqueología #ArqueologíaEnMéxico #Teotihuacan #Tepantitla #MuralTlalocan #MuralTepantitla #PCLPAC #COLIBAJ #ArqlgoCarlín
Publicación original en: https://zonafranca.mx/opinion/arte-sociedad-teotihuacan-tlalocan-mural-tepantitla/