CAPÍTULO 63
Por Luis Humberto Carlín Vargas
Publicado originalmente en en periódico Digital Zona Franca en la sección Hablemos de Arqueología el 8 de octubre de 2021
El Museo Nacional de Antropología (MNA): Cuarta parte
Continuaremos con las Salas del Museo Nacional de Antropología (MNA), en las que podremos dar cuenta de las civilizaciones que forjaron los Antiguos Mexicanos, en este gran territorio que hoy es la República Mexicana. La última sala que describimos en el capítulo anterior, fue la tolteca, así que procederemos a mencionar la siguiente.
Sala Mexica
De las doce salas de la planta baja, es la de mayores dimensiones. El contenido es única y exclusivamente dedicado a la cultura tenochca o mexica. Justo al entrar, nos recibe a la izquierda el cuauhxicalli cuauhtli, y a la derecha un cuauhxicalli ocelotl, ambas piezas de basalto, que servían como depósito de ofrendas.
Iniciando el recorrido hacia la derecha, nos encontramos con la excelente pieza llamada “El teocalli de la guerra sagrada”, que es una réplica de un basamento con su correspondiente recinto, en la parte superior, de la entidad divina.
A unos pasos más, encontramos la “Gran Piedra de Motecuhzoma I”, un monolito de andesita, perfectamente labrado (de 94 cms. de altura y un diámetro de 295 cms). En ella se destacan los triunfos que realizó este Tlahtoani sobre algunas poblaciones. Se argumenta también que es una piedra de sacrificio, pero en la que el sacrificado estaba amarrado de pie encima de ella, y debajo había guerreros adversarios a él, que lo golpeaban y el elegido para el sacrificio, se defendía de una u otra forma.
Muy cerca, encontramos dentro de una vitrina el Códice Boturini, también llamado “Tira de la Peregrinación”; en donde se hace mención del éxodo de algunos grupos étnicos, haciendo hincapié en los aztecas, desde el momento que salieron de su lugar de origen, Aztlan (lugar mítico del cual no se tiene aún la claridad, para aseverar un sitio específico), hasta la llegada a Tenochtitlan.
Describir todas y cada una de las piezas de esa sala (o de cualquiera de ellas) en este espacio editorial, sería imposible, así que me limitaré a describir y mostrar, según mi juicio, las que considero más relevantes: La Piedra del Sol, La Coatlicue, El Tlalpanhuehuetl de Malinalco, la maqueta del centro Ceremonial de Mexihco-Tenochtitlan, la maqueta del Mercado de Tlatelolco y la réplica del Penacho de Motecuhzoma.
La Piedra del Sol.- Justo al fondo y al centro de la sala, que se visualiza desde el ingreso a la misma, se encuentra este monolito de basalto, de 3.58 m. de diámetro y 24 toneladas de peso. Esta excelsa pieza corona la sala. Es el símbolo de símbolos, que además aparece en muchos elementos de nuestra vida cotidiana, y uno de esos elementos son las monedas. Puede saber más acerca de esta pieza, si acude a esta liga, donde describo algunas de sus características, en un artículo publicado en este medio.
La Coatlicue.- Representación de uno de los personajes más importantes en la cosmovisión mexica: “La de la Falda de Serpientes”. En ella se expresa la dualidad que era tan importante para estos antiguos mexicanos: Ometeotl. Con un peso de casi 3 toneladas, 3.50 m. de altura, 1.30 m. de ancho y .43 m. de profundidad.
También nos da claro ejemplo de esa otra dualidad siempre presente en los mexicas: Vida y Muerte. Si desea saber más acerca de este interesante personaje, lo invito a ir a esta liga, y adentrarse en una colaboración de un servidor para esta serie de publicaciones, con respecto a este monolito.
Tlalpanhuehuetl de Malinalco: En la sección que corresponde a los instrumentos musicales, hay muchas piezas que valen la pena describir, pero solo podré hacerlo con una de ellas y es una que siempre causó en mí las ganas de percutirlo, y cuando tuve la oportunidad de hacerlo en otro Huehuetl, me di vuelo.
Es un tambor de madera, de 97 cm. de altura y un diámetro máximo en la parte central de, 52 cm. Se soporta en tres patas que evocan las almenas de los edificios ceremoniales. Normalmente a los tambores de este tipo, se les colocaba una piel de animal (ocelote, venado, etc.), para que, ya estirada, se pudiera percutir con las manos. El fondo no debe llevar piel, para que el sonido brote más puro.
El grabado en la madera de este instrumento es de una magnífica calidad artística, y en ese trabajo, podemos notar el Nahui Ollin (centro de la Piedra del Sol), además de algunos grabados más, en donde se da cuenta de la época de esplendor del Pueblo del Sol, los mexicas.
Maqueta del Centro Ceremonial de Mexihco-Tenochtitlan: Esta maqueta, que se ha ido transformando a lo largo del tiempo, según las investigaciones que se van ejecutando, es una excelente forma de mostrar la grandeza de la ciudad que fundaron algunos antiguos mexicanos. Encima de ella, aparece la pintura “La Isla de Tenochtitlan-Tlatelolco en el siglo XVI”, del extraordinario pintor Luis Covarrubias. Al pararse frente a la maqueta (viendo desde el poniente, hacia el oriente), podemos ver en la pintura, lo que se conoce como el Parque Izta-Popo Zoquiapan o Sierra Nevada. Así era la vista de la hoy gran Ciudad de México.
Maqueta del Mercado de Tlatelolco: Esta maqueta está ubicada en un espacio a espalda de donde se encuentra la Piedra del Sol, y recrea un día en el gran Mercado de Tlatelolco. Mexihco-Tlatelolco, la ciudad hermana y casi gemela de la Mexihco-Tenochtitlan, fue el último bastión del poderío mexica, defendido por Cuauhtemoc, que sucumbió, ante las fuerzas indígenas y europeas, que se aliaron en contra del poderío mexica.
Réplica del Penacho de Motecuhzoma: Este que se encuentra en la sala, es una excelente copia del que se ha dicho, fue un regalo de Motecuhzoma II, a su némesis, Hernán Cortés. Las plumas son de quetzal, una de las aves más preciadas y veneradas por los mexicas. Cuenta también con plumas de otras aves, en donde se destacan el color rojo, café, turquesa y azul, entre otros. Tiene varias incrustaciones de metales como oro, plata y cobre.
El original se encuentra en Austria, y se han hecho innumerables intentos por recuperarlo. Mi humilde opinión es, que sería mejor que se quede ahí donde está, y no en la residencia de algún servidor público mexicano, de esos que les encanta pensar que el patrimonio arqueológico es propiedad privada, y no de la nación.
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