Por Arqlgo. Luis Humberto Carlín Vargas
Publicado originalmente en en periódico Digital Zona Franca en la sección Leer Para CrEcER el 22 de octubre de 2021.
(In Memoriam). Mah cualli ohtli, Huey Temachtiani López Austin.
Referirse al extraordinario historiador, dedicado a la investigación y especialista en temas mesoamericanos, autor y coautor de una cantidad considerable de obras, es referirnos a una extraordinaria sabiduría, en mi opinión, equiparable a la de otro personaje muy importante: Miguel León-Portilla.
Hace algunas semanas recomendé una de las obras de López Austin, que es un extraordinario libro de bolsillo para aquellos que se quieren iniciar en el conocimiento de la cultura de los antiguos mexicanos: Las Razones del Mito.
El autor se entregó por completo a esclarecer mitos, iconografía y rituales, principalmente, del pasado Mesoamericano, tan importante en la historia de México.
La obra que hoy recomiendo es una magna investigación, que consta de más de quinientas páginas, llenas de una sabiduría que es la constante en todos los trabajos del Huey Temachtiani López Austin.
Ya desde “Advertencia al lector”, preámbulo de la obra, el autor nos pone al tanto de lo que viene. Las primeras líneas rezan así:
“Nada más fácil que culpar a los dioses de nuestros actos, y hago uso del recurso. He recorrido caminos muy diversos en pos del origen, el orden, el significado y la razón de ser de los dioses mesoamericanos”. Y aquí, el investigador, se plantea dos preguntas importantes: la primera: ¿Por qué he tenido que recorrer caminos tan diferentes para llegar a mi meta?, y la segunda, ¿por qué en algunas ocasiones el lector ha de acompañarme muy puntualmente en el recorrido?
La obra consta de veintiocho capítulos, que defino a continuación: “Las andanzas del marsupial”; “La casa de los dioses”; “El punto de partida”; “El otro tiempo”; “El otro espacio”; “El paso”; “¿Cuánto mide un mito?; “Creencias y narraciones”; “Para pensar así”; “De la naturaleza de los dioses (I, II y III)”; “El orden”; “Las clasificaciones”; “Los dioses adquieren su historia”; “El relato”; “La invención”; “El personaje (I y II); “Asuntos dignos de ser contados”; “… y cuentos dignos de ser asumidos”; “Las funciones del mito”; “De donde resulta que el mito es verdadero”; “El mito en el tiempo de la historia”; “La historia en el tiempo del mito”; “La armazón del relato”; “La lectura del mito”; “Ye íxquich”; además de apéndices y cincuenta y un páginas de obras citadas.
Puedo decir que todo el libro es magia pura, que atrapa desde un inicio, y que a cada página leída, es inevitable leer la que sigue.
Para un servidor, el primer capítulo, “Las andanzas del marsupial”, modificó algunas telarañas que estaban en mi cabeza, y que gracias a esto, se disiparon, pero era necesario seguir averiguando.
Dos que pudieron aclarar ideas y conocimientos previamente adquiridos, fueron, sin lugar a dudas: “El otro tiempo” y “El otro espacio”.
Un capítulo por demás interesante es “¿Cuánto mide un mito?”. En el cual se plantea la duda, la va resolviendo desde la filosofía, y para ello, de entrada, utiliza un texto budista entre un sabio (Nagasena) y el rey griego Milinda. ¡Bello capítulo!
Los tres capítulos “De la naturaleza de los dioses”, nos dejan ver la profunda investigación acerca de este tema, y la claridad de los términos y propuestas que maneja.
Por supuesto que los dos dedicados a “El personaje, son grandiosos, ya que hace ver al tlacuache como un personaje al estilo de Prometeo, sí, el de la mitología griega que robó el fuego a los dioses para dárselo a los humanos. Se dice que la cola del tlacuache no tiene pelambre porque durante el hurto del fuego, se le quemó.
Es imposible relatar cada uno de los capítulos, pero le invito a que se anime a leer esta gran obra.
A propósito de tlacuaches y mitos, resulta que la mascota oficial de mi Alma Mater, la ENAH (Escuela Nacional de Antropología e Historia), es un tlacuache que se uniforma según la actividad cultural que se pretenda hacer. El lugar dónde se ubican las instalaciones de esta institución es un derrame del Volcán Xitle en el Siglo I d.C., y entre las rocas de ese evento que cubrió Cuicuilco, uno de los centros ceremoniales del Preclásico Mesoamericano, abundan los tlacuaches, y la comunidad de la escuela los cuida y protege. Y por favor, si ves alguno, no lo mates. Son grandes depredadores de plagas y otros animales, como las culebras. Pero sobre todo, son amigables y muy confiados.
Estimado lector(a), espero su comentario al correo que viene al final del artículo. Después que tenga oportunidad de leer esta breve narración, o mejor, si lee la obra, le solicito me haga favor de honrarme con su opinión, y de esa forma podamos compartir las sensaciones que le provocó esta recomendación.
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NOTA IMPORTANTE: TODAS LAS IMÁGENES QUE APARECEN, A EXCEPCIÓN DE LAS QUE SE MENCIONE, SON LAS PORTADAS ESCANEADAS POR EL AUTOR DE ESTAS CRÓNICAS.